domingo, 20 de noviembre de 2011

Como por arte de magia.

Miraba la pantalla en busca de un toque de inspiración. Nada. Intentaba abrir su mente, expandir su imaginación y que un nuevo sentimiento le inundara para luego plasmarlo en la pantalla. Nada. Solo podía ver una página del Word abierta inútilmente con una rayita vertical que parpadeaba con pertinencia, aburrida, cansada, con la vaga esperanza de que de repente, como por arte de magia, brotaran letras de su interior para crear una nueva historia que llegara a ser leída algún día… Nada.

- Definitivamente, hoy no es mi día. Quizás debería descansar un poco. Lo intentare mañana de nuevo – dijo Paola cerrando de forma brusca el portátil que reposaba sobre sus piernas.

Se sentía algo decepcionada consigo misma, no había logrado ni siquiera poner un título a esa historia que no tenía ni principio ni fin.

Lentamente se levantó de la cama sin hacer ni un solo ruido y se dirigió al baño. Eran las tres de la mañana, se había pasado horas pensando en algo que escribir en el dichoso portátil, pero era inútil, ella no tiene manera de escritora. Abrió el grifo y dejó que el agua corriese libre, sin ataduras, sin nada que la detenga, solo un obstáculo: ese desagüe, el cual sorteaba sin dificultad alguna adentrándose en un mundo nuevo que le llevaría "a-vete-tú-a-saber-dónde". Ella no tiene manera de escritora…

- ¡Qué estúpida! – Exclama en voz baja para sí misma – siempre me dejo influenciar por lo que me dicen la gente, debería intentar escribir sólo porque se expresarme y porque tengo manera de filósofa… bah… ¡valla tontería, es una pérdida de tiempo!

Se frota enérgicamente la cara con ese chorro de agua y se mira fijamente en el espejo sin llegar a verse. Esta cansadísima, ha sido un día aburrido y largo pero no puede evitar que el cuerpo le pese, normal, lleva todo el día sentada. Se cruje la espalda y con un quejido vuelve a la cama, aparta las sabanas. Hace calor, se levanta de nuevo y abre un poco la ventana, pone la mosquitera y se acuesta. Cae derrumbada contra el colchón, ni siquiera se tapa, está realmente agotada. Solo le queda la vaga imagen de la pestaña del Word abierta y la rayita implacable. Y un último pensamiento: Ella no tiene manera de escritora… o tal vez sí.

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